jueves, 2 de abril de 2015

Batallas de la Tierra Media VI Las Guerras de Beleriand (IV)

Dagor Bragollach

Cuarta de las cinco batallas más importantes de las Guerras de Beleriand, librada en el invierno del 455 de la Primera Edad. Morgoth rompió el sitio de Angband, lanzando llamas que abrasaron a muchos noldor. Detrás de los fuegos marchaban poderosos ejércitos de orcos y balrogs, acompañados por Glaurung. Morgoth ocupó Ard-Galen y destruyó Dorthonion, debilitando seriamente la frontera de Maedhros. Murieron Aegnor, Angrod, Bregolas, Finrod y Hador, y la primera casa de los edain jamás se recuperó del todo de las cuantiosas pérdidas sufridas. Aunque Morgoth no puso fin a la ofensiva, se consideró que la batalla concluyó con la llegada de la primavera. También llamada Batalla de la Llama Súbita, Cuarta Batalla y Bragollach.


" Llegó el tiempo del invierno, cuando la noche era oscura y sin luna. [...] Entonces, de pronto, Morgoth envió desde Thangorodrim caudalosos ríos de llamas que más rápidos que Balrogs se esparcieron por toda la llanura; y las Montañas de Hierro eructaban fuegos venenosos de muchos colores y el humo descendía por el aire, y era mortal. Así pereció Ard-galen y el fuego devoró sus hierbas. [...] Las alturas de Dorthonion y Ered Wethrin detuvieron los fogosos torrentes. [...] Así empezó la cuarta de las grandes batallas, Dagor Bragollach, la Batalla de la Llama Súbita. 
Al frente de ese fuego avanzó Glaurung el dorado, Padre de los Dragones, ya entonces en la plenitud de su poder, y con un séquito de Balrogs; y detrás de ellos venían los ejércitos negros de los Orcos, en multitudes que los Noldor no habían visto ni imaginado jamás. Y atacaron las fortalezas de los Noldor y quebrantaron el sitio en torno a Angband y mataban a los Noldor y a sus aliados, los Elfos Grises y los Hombres, en cualquier sitio que los encontraran. [...] Desde entonces la guerra nunca cesó del todo en Beleriand; pero la Batalla de la Llama Súbita se dio por concluida con la llegada de la primavera, cuando disminuyó la feroz embestida de Morgoth.
De este modo terminó el Sitio de Angband; y los enemigos de Morgoth fueron dispersados y separados los unos de los otros. [...]
Los hijos de Finarfin fueron los que más sintieron la pujanza del ataque, y Angrod y Aegnor murieron allí, y junto a ellos cayeron Bregolas, señor de la casa de Bëor, y gran parte de los guerreros de ese pueblo. Pero Barahir, el hermano de Bregolas, estaba en una batalla que se libraba más hacia el oeste, cerca del Paso del Sirion. Allí el rey Finrod Felagund, que se apresuraba desde el sur, quedó aislado con unos pocos de los suyos y fue rodeado en el Marjas de Serech; y habría muerto o tomado prisionero, pero acudió Barahir con los más valientes de sus hombres y lo rescató levantando un muro de lanzas alrededor; y se abrieron paso entre las tropas enemigas, y abandonaron el campo de batalla aunque con grandes pérdidas. [...]
Tan grande fue la embestida de Morgoth, que Fingolfin y Fingon no pudieron acudir en ayuda de los hijos de Finarfin; y los ejércitos de Hithlum fueron rechazados con grandes pérdidas hasta las fortalezasa de Ered Wethrin, y apenas consiguieron defenderlas de los ataques de los Orcos. Ante los muros de Eithel Sirion cayó Hador, el de Cabellos Dorados, en la defensa de la retaguardia del señor Fingolfin, a la edad de sesenta y seis años; y con e´l cayó Gundor, su hijo menor, atravesado por muchas flechas. [...] Y por causa de la fortaleza y la altura de las Montañas Sombrías, que resistieron el torrente de fuego, y el valor de los Elfos y de los Hombres del Norte, que ni Orcos ni Balrogs pudieron vencer, Hithlum no fue conquistada y amenazó el flanco de ataque de Morgoth; pero un mar de enemigos separó a Fingolfin de su gente.
Porque dura había sido la guerra para los hijos de Fëanor, y casi todas las fronteras orientales habían sido tomadas por asalto. El Paso de Aglon fue forzado, aunque los ejércitos de Morgoth pagaron por ello un alto precio; y Celegorm y Curufin huyeron derrotados hacia el sur y el oeste por las fronteras de Doriath. [...] Maethros llevó a cabo hazañas de insuperable valor, y los Orcos huían delante de su cara; porque desde el tormento padecido en Thangorodrim, y aradía por dentro como una llama blanca, y era como uno que regresa de entre los muertos. Así la gran fortaleza sobre la Colina de Himring no pudo ser tomada, y muchos de los más valientes que quedaban aún, tanto del pueblo de Dorthonion como de las fronteras orientales, se juntaron allí para ir al encuentro de Maethron; y durante un tiempo él cerró una vez más el Paso de Aglon, de modo que los Orcos no pudieron penetrar en Beleriand por ese camino Pero abrumaron a los jinetes del pueblo de Fëanor en Lothlann, pues hacia allí marchó Glaurung, y pasó por la hondonada de Maglor, y destruyó todas las tierras entre los brazos del Gelion. Y los Orcos tomaron la fortaleza de las laderas occidentales del Monte Rerir y devastaron toda Thargelion, la tierra de Caranthir; y contaminaron el Lago Helevorn. De allí cruzaron el Gelion con fuego y terror y penetraron profundamente en Beleriand Oriental. Maglor se unió a Maethros en Himring; pero Caranthir huyó y sumó el resto de su gente al pueblo disperso de los cazadores, Amrod y Amras, y se retiraron y pasaron Ramdal en el sur. En Amon Ereb mantuvieron una guardia y algunas fuerzas de combate, y recibieron la ayuda de los Elfos Verdes; y los Orcos no entraron en Ossiriand, ni tampoco en Taur-im-Duinath y las tierras salvajes del sur.
[...] Entonces vio Fingolfin lo que era para él la ruina total de los Noldor, y la derrota de sus casas más allá de toda recuperación; y lleno de desesperación y de furia, montó a Rochallor, su gran caballo, y cabalgó solo sin que nadie pudiera impedírselo. Atravesó Dor-nu-Fauglith como un viento entre el polvo, y aquellos que alcanzaban a verlo pasar huían azorados, creyendo que había llegado el mismo Oromë; porque corría dominado por una cólera enloquecida, y los ojos le brillaban como los ojos de los Valar. Así pues, llegó solo a las puertas de Angband, e hizo sonar su cuerno, y golpeó una vez más las puertas de bronce, y desafió a Morgoth a un combate singular. Y Morgoth salió.
[...] Salió vestido con una armadura negra; y se erguía ante el Rey como una torre coronada de hierro y el vasto escudo, negro y sin blasón, arrojaba una sombra de nubes tormentosas. Pero Fingolfin brilaba debajo como una estrella; porque la cota de mala era de hilos de plata entretejids, y el escudo azul llevaba cristales incrustados; y desenvainó la espada, Ringil, que relució como el hielo.
Entonces Morgoth esgrimió el Martillo de los Mundos Subterráneos, llamado Grond, lo alzó bruscamente, y lo hizo caer como un rayo de tormenta. Pero Fingolfin saltó a un lado, y Grond abrió un gran boquete en la tierra, de donde salían humo y fuego. Muchas veces intentó Morgoth herirlo y otras tantas Fingolfin esquivó los golpes, como relámpagos lanzados desde una nube oscura; e hirió a Morgoth con siete heridas, y siete veces lanzó Morgoth un grito de angustia. [...]
Pero por fin el Rey se fatigó, y Morgoth lo abatió con el escudo. Tres veces cayó el Rey de rodillas y tres veces se volvió a levantar con el escudo roto y el yelmo mellado. Pero la tierra estaba desgarrada en boquetes todo alrededor, y el Rey tropezó y cayó de espaldas ante los pies de Morgoth; y le puso Morgoth el pie izquierdo  sobre el cuello, y el peso era como el de una montaña derrumbada. No obstante, en un último y desesperado intento, Fingolfin golpeó con Ringil y rebanó el pie, y la sangre manó negra y humeante y llenó los boquetes abiertos por Grond.
De este modo pereció Fingolfin, Rey Supremo de los Noldor, el más orgulloso y valiente de los reyes Elfos de antaño.