martes, 7 de julio de 2015

Batallas de la Tierra Media VIII Las Guerras de Beleriand (V)

La Gran Batalla

El gran enfrentamiento con que dio fin la Primera Edad, librado entre la fuerzas de Valinor y las de Morgoth. Angband quedó destruido y Morgoth completamente derrotado, pero Beleriand fue engullida por las aguas y la Tierra Media cambió drásticamente. También llamada Guerra de la Cólera.


"Se dice que Morgoth no esperaba el ataque que le llegó desde Occidente. [...] Además, imaginaba que había malquistado para siempre a los Noldor con los Señores del Occidente, y que contentos en su propio reino, los Valar ya nunca harían caso del mundo exterior. [...] Pero el ejército de los Valar se preparaba para la batalla; y tras sus estandartes blancos marchaban los Vanyar, el pueblo de Ingwë, y aquellos de los Noldor que nunca habían abandonado Valinor, y cuyo conductor era Finarfin, hijo de Finwë. Pocos de entre los Teleri estaban dispuestos a ir a la guerra, porque recordaban la matanza en el Puerto de los Cisnes y la captura de los navíos; pero escucharon a Elwing [...] y enviaron marineros para las naves que transportaban el ejército de Valinor por el mar hacia el este. [...]
De la marcha del ejército de los Valar hacia el norte de la Tierra Media poco se dice en historia alguna. [...] El poder de Valinor apareció en el Occidente, y las trompetas de Eönwë clamaron desafiantes en el cielo; y Beleriand se encendió con la gloria de las armas, pues el ejército de los Valar se componía de figuras jóvenes y hermosas y terribles, y las montañas resonaban bajo sus pies.
El encuentro de los dos ejércitos del Occidente y del Norte se llamó la Gran Batalla y la Guerra de la Cólera. Allí se concentró todo el poder del Trono de Morgoth, que había crecido sin medida, de modo que Anfauglith no podía ya contenerlo; y todo el Norte ardía con la guerra.
Pero de nada le valió. Los Balrogs fueron destruidos, salvo unos pocos que huyeron y se escondieron en cuevas inaccesibles en las raíces de la tierra; y las incontables legiones de Orcos perecieron como paja en un incendio, o fueron barridas como hojas marchitas delante de un viento ardiente. [...]
Entonces, al ver que sus huestes eran aniquiladas y su poder dispersado, Morgoth se amilanó, y no se atrevió él mismo a salir a la batalla. Pero lanzó sobre el enemigo el último ataque desesperado que había previsto, y de los abismos de Angband salieron los dragones alados que habían estado ocultos hasta entonces; y tan súbita y ruinosa fue la embestida de la terrible flota, que el ejército de los Valar retrocedió, porque los dragones venían junto con grandes truenos, y relampagos, y una tormenta de fuego.
Pero llegó Ëarendil, brillando como una llama blanca, y alrededor de Vingilot estaban reunidas todas las grandes aves del cielo, y las capitaneaba Thorondor, y hubo una batalla en el aire todo el día y a lo largo de una noche de duda. Antes de salir el sol, Ëarendil mató a Ancalagon el Negro, el más poderoso del ejército de los dragones, y lo arrojó del cielo; y cayó sobre las torres de Thangorodrim, que se quebraron junto con él. Entonces salió el sol, y el ejército de los Valar prevaleció, y casi todos los dragones fueron destruidos; y todos los fosos de Morgoth quedaron desmoronados y sin techo, y el poder de los Valar descendió a las profundidades de la tierra. Allí por fin quedó Morgoth acorralado y acobardado. Huyó a la más profundas de sus minas y pidió la paz y el perdón; pero los pies le fueron rebanados desde abajo, y fue arrojado al suelo de bruces. Luego fue atado con la cadena Angainor, que él había llevado en otro tiempo, y de la corona de hierro le hicieron un collar, y le hundieron la cabeza entre las rodillas. [...]
Así se puso fin al poder de Angband en el Norte, y el reino fue maldito y fue reducido a nada; y de las profundas prisiones, una multitud desesperanzada de esclavos emergió a la luz del día, y contemplaron un mundo que había cambiado. [...]
A Morgoth los Valar lo arrojaron por la Puerta de la Noche, más allá de los Muros del Mundo, al Vacío Intemporal; y sobre esos muros hay siempre una guardia, y Ëarendil vigila desde los bastiones del cielo."



domingo, 5 de julio de 2015

Batallas de la Tierra Media VII La Batalla de Tumhalad

Batalla de Tumhalad

La última y decisiva batalla librada entre los Exiliados y las huestes de Morgoth en el otoño del 496 de la Primera Edad. A pesar de la superioridad del ejército orco, éste fue aniquilado en Tumhalad, aunque Orodreth y Gwindor resultaron muertos; sólo Túrin, que llevaba el Yelmo-Dragón, pudo enfrentarse a Glaurung y salir vivo. Después Glaurung y otro ejército de orcos saqueó Nargothrond.



"En otoño de ese año, Morgoth [...] lanzó sobre el pueblo del Narog el gran ejército que tanto tiempo había estado reuniendo; y Glaurung, el Padre de los Dragones, atravesó Afauglith, y, desde allí, fue a los valles septentrionales del Sirion donde hizo mucho daño. Bajo las sombras de Ered Wethrin, encabezando un bran ejército de Orcos, mancilló Eithel Ivrin, y desde allí pasó al reino de Nargothrond donde quemó la Talath Dirnen, la Planicie Guardada, entre el Narog y el Teiglin.
Entonces los guerreros de Nargothrond les hicieron frente, y alto y terrible se veía ese día Túrin; los corazones de sus huestes se inflamaron cuando él avanzó, cabalgando a la derecha de Orodreth. Pero el ejército de Morgoth era mucho mayor de lo que había dicho ningún explorador, y nadie, excepto Túrin, protegido por la máscara de los Enanos, podía resistir la cercanía de Glaurung.
Los Elfos fueron rechazados y derrotados en el campo de Tumhalad. [...] Orodreth, el rey, murió en el frente de la batalla, y Gwindor, hijo de Guilin, fue herido de muerte. [...] 
Entonces Túrin volvió deprisa a Nargothrond [...] reuniendo a todos los derrotados que encontró en el camino. [...] Pero Glaurung y su ejército de Orcos llegaron antes que él, [...] y cayeron sobre Nargothrond de repente, antes de que los que estaban de guardia supieran lo que había ocurrido en el campo de Tumhalad. [...]
Y cuando Túrin llegó, el espantoso saqueo de Nargothrond estaba casi terminado. Los Orcos habían matado o expulsado a todos los que portaban armas, y aún estaban saqueando las grandes salas y cámaras, pillando y destruyendo. [...] A esta ruina y pena llegó Túrin, y nadie  pudo resistírsele, porque derribaba a todos los que se le ponían por delante. [...]
Pero ahora estaba solo, porque los pocos que le seguían habían corrido a ocultarse. En ese momento, Glaurung el cruel salió por las abiertas Puertas de Felagund, y se interpuso entre Túrin y ellas. [...]
Túrin se abalanzó sobre él de un salto, y había fuego en sus ojos, y los filos de Gurthang brillaban como llamas. Pero Glaurung paró el golpe, y abrió mucho sus ojos hipnotizadores, fijando la vista en Túrin. Sin temor, Túrin le sostuvo la mirada mientras alzaba la espada, pero en seguida cayó bajo el terrible hechizo del dragón y se detuvo como si se hubiera convertido en piedra. [...]
De pronto, Glaurung apartó la mirada y esperó; y Túrin se movió lentamente, como quien despierta de un sueño espantoso. Pero entonces volvió en sí con un fuerte grito y saltó sobre el dragón. [...]
Túrin, desenvainando la espada, lanzó un golpe contra sus ojos, aunque Glaurung retrocedió con rapidez y se alzó sobre él como una torre. [...]
Entonces Túrin, todavía aturdido por los ojos del Dragón, [...] volviéndose se precipitó a la carrera por el puente [...] y se alejó por el camino del norte."